domingo, noviembre 22, 2009

27 PARAGUAS

No me puedo creer que tras tantos y tantos meses (años) sin poder entrar en este blog hoy haya logrado la clave. Así que, para todo el que entre, que sepa que llevo muuucho sin publicar aquí. Ahora meto todas mis tonterías en el siguiente blog:

http://27paraguas.blogspot.com/

Por fin... :)

domingo, octubre 26, 2008

Sobrevolando en paraguas




A las seis y cuarto he abierto la ventana del salón en pleno invierno
y, copiando el desequilibrio más típico, he permanecido desnuda;
sólo unos calcetines grandes que te iban bien a ti
y un paraguas feo y viejo sobre mi cabeza.
Parada en el quicio de la ventana, feliz de pensarte,
de descubrir hasta en la brisa tu boca soplándome,
de ver a lo lejos pájaros sin color que no saben de ti mientras se esconden del frío
y un sauce llorón que imita la forma de mi cuerpo pero sin paraguas;
un escalofrío galopante idéntico a tu puerta que se cierra
y una cama sin sábanas en la otra punta de la casa.

En primera línea no hay farolas, al fondo ya sí.
Por allí pasa el tren, ¿sabías?, un tren cada dos horas, uno de cada dos de mercancías,
y en el andén espera un perro de bigotes blancos que cree que ya no es mío
porque espera ese tren tuyo que parece de los viejos de antaño, de caldera,
de maletín y bombín chato, de ti en viejas fotos y sombrereras,
de ti en el rizar del pelillo de mi nuca aquí desnuda,
de ti en el borde de la acera sin luz,
en la base de mis pies y tu suelo frío,
de ti en el caballete de pintura,
en mi ropa tirada en el quicio de la bañera,
de ti en este frío que me galopa y me encoge,
de ti en mí y en mi paraguas que no sirve para nada aquí dentro,
ni para volar si me lanzara en calcetines
por la ventana, entre estos pájaros que juegan
al escondite por si llegases de pronto.

Sigues bailándome




He colgado tu ropa mojada
de la cuerda de mi patio.
La brisa mueve
tus brazos de camisa
como un hombre enfadado
o a punto de ganar algo grandioso.
Hincha tus pantalones
como lanzándote vestido
al cielo
en gran pirueta.
Tus calcetines grandes sin zapatos,
cómodos tus pies en el aire.

Hace varios días se secaron tus ropas,
pero tu tela parece querer abrazarse
en volteretas
a mi cuerpo.
No me atrevo a doblarte,
a descolgarte de mi memoria.
Prefiero mirarte, desmembrado,
danzarín sin meta
en la cuerda de mi patio.
Quiero gritarte que pareces un pato sin agua
y reírme tontamente
de ti y tus movimientos
sin legado.

Así hoy sigues
bailándome
desde el fondo de mi patio.

Hombre no acuático





Es alentador tenerte,
ver tus dos manos al timón
prendiendo el lazo complicado
que ancla
el barco
al cielo
en plena tormenta de aleteos.

Es alentador conservar la calma,
tener branquias cuando sumerges
nuestra historia bajo el agua.

Espera, apagaré la luz.
Suena música cada
vez más cerca.

Logro respirarte, a ti y a tus ojos
de aguas picadas.

El mar rompe a los pies de la cama;
un pez cogió mis gafas.
Tal vez no veía bien...
qué alentador que vea,
que no tropiece en tus zapatos,
que sepa
esquivar las puertas semiabiertas
de esta casa.

Te duchas en pleno pasillo
bajo estas aguas tibias.

Yo tengo tiempo de verte,
de querer tus caderas,
tu sexo,
de aplaudir las aguas,
las versiones apagadas de las notas
en este último revuelo.

Todo es querer. Y yo quiero.
Hoy lo he logrado, soy pez de agua dulce
que sala las comidas insípidas
al lado
de tus aletas de hombre disfrazado.

Te imploro traerte aquí la superficie.
Perdí el trabajo no acuático,
el calor de las aceras,
el teléfono que flota,
su cable enrollado,
extenso.

Tu resoplido resultó ser una
gran burbuja saliendo de tu boca.

Estás gracioso aquí abajo,
hombre no acuático.
Estás gracioso fuera de contexto
junto a mis escamas.

No has perdido tu seriedad conmigo,
pero sí el sonido de tus pasos
y el rozar de la sábana
en un mal sueño.

Estás gracioso,
hombre fuera de tierra.

Tus ojos buscan ventanas
en esta pecera llena
de distracciones.

Mira qué piruetas hago,
qué serenidad de calma acolchada,
de usurpador de pesadeces
y tormentas de acero.

Aún no sabes respirar,
hombre no acuático,
bajo mis aguas.

Escenas circenses (Por pasos)




Somos un nudo de venas, de caminos cruzados;
de deseos, tal vez, mal formulados.


PASO 1

«Permite que te invite
a la despedida»,
que te haga ver la escena
circense
desde el último palco,
allí arriba.

Ya empieza a entrar la gente:
niños corneta,
mujeres bola,
bigotes con zapatos impolutos de fiesta
y la última abuela, agotada de
cuestas y festines de maleta.

¡Siéntense, señores!
Prepárense para lo mejor.

Por fin llegó a esta tierra de remolinos y perros cojos
el gran circo que nació circo y morirá en aplausos tristes.
La mujer barbuda hija de mujer barbuda nieta de mujer barbuda.


PASO 2

¡Señoras y señores,
niños y marionetas!
¡Con vosotros
—con nosotros—
el equilibrista equino,
el hombre elefante,
la mujer calva!

¡Con vosotros
—con nosotros—
la bailarina esquiva
y el león doméstico!

Yo miro arriba, al último palco;
pareces ensimismado, neutro, imaginando
el león alfabetizado.

¡Con vosotros
—con nosotros—
el hombre fuego,
el corazón que da vueltas,
el centrifugado de almas de batalla!

Y nosotros miramos,
tú arriba,
yo abajo,
lo rápido que giran todos en el centrifugado,
la música dolorida,
el trampolín sin rejilla,
el ronroneo curvado
del espectador.

Las marionetas que aplauden llenitas de ansiedad,
los vestidos ajados de emperadores muertos,
la pintura blanca del mimo,
la gran cagada del elefante asustado.

El presentador,
frac encendido sin cuello,
junta las manos, encogido,
perlado de sudor.

Tú y yo sorprendidos—nosotros—:
esta fiesta con hilos nos provoca
un resquicio
de respeto;
un dolor que baila de puntillas
con guantes blancos y luces de camerino.

Primeros ejemplares en el escaparate de Librería Popular



27 paraguas y Los fantasmas de Edimburgo en el escaparate de la librería Popular Libros: http://www.popularlibros.com/

Fue una sensación muy buena... Gracias, Eloy.

27 Paraguas



El pasado viernes 24 de octubre se presentó en el Café-concierto NIDO DE ARTE (Albacete) la publicación de 27 paraguas. Fue una noche muy acogedora, intimista, animada, fresca. Un gozada.
Más info en: http://www.eloymcebrian.com/yorick/index.html y en: http://www.eloymcebrian.com/yorick/27_paraguas.html

Si alguien se "atreve" a comprar un ejemplar, puede pedírmelo en:
estelletalavera@gmail.com

Vale 8€.
Un abrazo.

sábado, febrero 25, 2006

Estelle Talavera Baudet


Estelle Talavera Baudet (Madrid, 1979) es filóloga, master en creación narrativa por la Escuela Contemporánea de Humanidades (ECH), así como en Edición por Santillana Formación. Ha colaborado con numerosas editoriales como Triacastela, Plaza & Janés (Random House Mondadori), Temas de Hoy (Grupo Planeta), Bruño, McGraw-Hill y Teleno Ediciones. Actualmente es editora y diseñadora en El Tercer Nombre y Almirante Libros.

Ha cosechado varios premios literarios. Fue ganadora del 1.º Premio Internacional de Poesía La Mano en Valparaíso, Chile y del 2.º Premio de Poesía Arte Joven 2003. Fue finalista de los concursos internacionales Ediciones Raíz Alternativa; Centro Poético de Madrid (en dos ocasiones: 2003 y 2005); Concurso poético de Editorial Nuevo Ser y Concurso Internacional Literario Mis Escritos de Buenos Aires.

Acaba de publicar "27 paraguas" de la mano de EL PROBLEMA DE YORICK. Ha publicado en numerosas antologías, como Estrella Fugaz; Letras de Seda; Los cuentos de nunca acabar, y revistas literarias tales como El nido del escorpión y Tinta. Uno de los poemas de 27 Paraguas es analizado en un Cuaderno de Lectura de la Editorial Santillana. También colaboró con poemas en la sección de cultura de numerosos periódicos.

Fue 1.º Premio de Fotografía en Arte Joven 2003 y finalista en dos ocasiones (2003 y 2004) en Maratón Fotográfico Obra Social Caja Madrid. Ha expuesto en numerosas ocasiones: en el Centro Cultural Jon Juaristi, en IES San Fernando; en la ECH; en Aromas de Dakar y en Alhucena.

La fruta de la vida


Llegué un poco pronto. Le esperaría sentada. El camarero parecía preguntarme con la mirada desde lejos, y vocalicé sin ruido un “estoy esperando a alguien” gesticulado.
El local era antiguo, con esos monumentales maderos que parecen conocer tantos tiempos, tantos cambios, tanta gente. Los grupillos se dispersaban como setas por todo el local. Las carcajadas resonaban con sinceridad por todos los rincones.
Una mujer un poco ebria, canturreaba a media sonrisa en la oreja de su compañero, el cual respondía poniéndose colorado y abriendo ampliamente los ojos, los cuales se cruzaron en algún momento con los míos.
Un hombre leía en uno de los rincones, con un jersey de lana y una pipa; probablemente un inglés pensador y paciente. Parecía no oír bullicio alguno. Su café permanecía a rebosar, y la lectura le sumergía por completo.
En la vitrina que daba al exterior, la calle se desplegaba en el atardecer con armonía. Sus farolas, su distraído trasiego, su luz rojiza... el cielo dejando caer la noche con pinceladas en el cielo. En las ventanas comenzaban a iluminarse las lámparas, las velas... de pronto vi un poblacho del medievo, con sus trajes de marrones rústicos... Llamé al camarero y le pedí una cerveza bien fría, y al decirlo se me hizo de repente la boca agua. Volví casi con ansiedad la mirada al exterior: las farolas me trajeron a Londres, el Londres de los carruajes negros de ruedas blancas... los trajes elegantes y los bombines. La música del local iba curiosamente acorde, charlestón, ritmo de vida en los locales de jazz en pleno piccadilly circus.
Félix no llegaba, ¿dónde se habría metido?. A lo mejor no le apetecía salir... cada vez que no le apetece salir llega tarde, supongo que porque duda hasta el último momento. Un pequeño nudo se formó en silencio en mi garganta. Me negaba. Apagué el móvil, no tendría manera de dar conmigo. El hombre de pipa, el escritor, el inglés... o un Hemingway, recitador o simplemente soñador, pidió la ubicación de los baños. Lo pidió en un perfecto español. No era extranjero. Otro nudo se formó, un poquito más enredado todavía.

En la calle, las luces comenzaban a duplicarse. Me imaginé una biblioteca en pleno Oslo... alguna torre medio caída. Un paseo desconocido.

Félix apareció al fondo de la calle, sin maleta ni bolso, ni libro, ni buen caminar... sólo un móvil al que marcaba con amargo dinamismo, mientras se dirigía con paso irritado hacia mí.

(Antología de Poesía y Cuento, Ediciones "Mis Escritos". Lanús, Argentina, 2003.)
Estelle Talavera

Viaje imagen



Paradisíaco, lento, sonriente... la antítesis de nuestra Europa, pero peligrosamente cercana por momentos, decadente, subida al tráfico de Bangkok, pero alejada de la civilización en Koh Chang, buceando

domingo, diciembre 05, 2004

Desde que te tengo sé tener




Sacas lo mejor que hay en mí.
Es así, simple, difícil de hacer solo,
subido a esta silla,
a este mundo sin aire.

Sacas lo mejor, lo implícito,
lo ceñido al corazón que cuelga dentro de mí:
letras, lentitudes, pausas, comienzos,
me haces ojos pluma,
sacas de la curva columna de mi espalda troncos de árbol,
raíces que dibujan mis costillas,
hojas que se pintan por mi cuerpo.

Callejeas por mi cabeza a pasos repetidos,
haciendo sonar tu paraguas libélula en la bajada de mi nuca.

Haces sin hacer y me haces.
Me sumas, multiplicas, me vuelas sobre el mar
con la cordura del que es cuerdo solamente
cuando quiere.

Tengo los brazos más largos desde que te tengo,
desde que el despertar mañanas coge las agujas
con los dedos del reloj.
Enlazados los tallos abrazo en torno a tu cuerpo dormido.

Desde que te tengo sé tener.



Estelle Talavera Baudet
(A Niko, por estos 12 años con su paraguas libélula en la bajada de mi nuca)

Cuidar una Vida


Hay que tener cuidado.
La servilleta en la comisura del labio.
El abrillantador de almas.

Tomar medidas.
Medir, al milímetro, proporciones.
Los zapatos por si llueve.
La sombrilla lluvia y sol.
La carcasa.
El tapón de la botella.
Procurar que el mar no se desborde del mundo.
Tener mucha cautela, medir profundidades.
Alternar día festivo con trabajo.
Conseguir no morir, no huir, dormir un poco.

Conseguir que tú, conmigo, estés a gusto.
Conseguir enseres, conseguir refugio.
Conseguir tener escamas en el cuerpo.
No quemarse los dedos.
Caminar calzado, vacunado.
De la mano de alguien.
Un río particular, una barca.
Un salvamento sin naufragio.
Un camino sin charcos.

Conseguir estar aquí en este momento.
Controlar tempestades.
Domar temperamento.
Cantar, despertar voces, alientos.
Domesticar al incauto.

Conseguir estar aquí en este momento.
Contigo.


(1º Premio "La Mano", Granvalparaíso, Chile)


Estelle Talavera Baudet

Coger al mundo por los pies



Calzada.
Vías de tren.
Arcén.
Escalera.
La entrada espectacular y desesperada de un casino luminoso,
acera, adoquín, piedras unidas por asfalto.
Tendido eléctrico, ondas de radio,
chips, chops, ordenador parlante,
interlocutor sin tímpanos y con cables a su espalda, penas indoloras.

Y en medio: una fina línea. Una simple y fina línea azul que nadie ve.

Si al mundo se le cogiese por los pies,
cabeza abajo, la línea dividiría el cielo mar del mar cielo,
la misma y simple línea horizonte.
Si se le cogiese por los pies, ay, si se le diese la vuelta,
los brazos serían barcos, los pájaros moluscos,
la piel piedra musgosa, el alga pegajosa una amapola de tentáculo.
La palabra una burbuja, la sal el polen.
El aire corriente.
Los bancos de peces bancos de sentar.
Los casinos banquetes de tiburón.
Los tiburones de doble dentadura, tú y yo.

Si se le diese la vuelta a todo,
ay, si se le diese la vuelta,
el mundo bajo agua se desharía en oxidado.
Si se le diese la vuelta,
quién sabe qué nadar inventaríamos.
Quién sabe qué ahogar, qué diálogos, qué ondas, qué tono de luz.
Quién sabe qué clase de amor pez, roce medusa, abrazo pulpo,
erizo de aire,volátil caminar, patoso nadar.
Quién sabe cómo sería el clavo, el clavar, el lento dar, el ágil quitar.
El resbalar de los cuerpos por todos los edificios bajo mar,
por las inmensas y vacías oficinas, tiendas, circos, cárceles, calles sin oxígeno,
cucharas, cuchillos, ventanas que, bajo agua, da igual abrir que cerrar.

Quién sabe.

(Publicado en Revista Cultural "Tinta")


Estelle Talavera Baudet